lunes, 24 de mayo de 2010

Joe quiere verte

(Sólo un par de líneas de introducción: Morgan Ensberg es un ex jugador de Grandes Ligas, ocho temporadas con Astros y Yankees. Ahora mismo intenta conseguir un trabajo como analista de televisión, para, según dice, "enseñar al aficionado los detalles que se les pueden escapar". De su propio blog, morganensberg.wordpress.com, Beisbol en palabras toma prestado este texto, que es una verdadera joya. ¿Alguna vez se ha preguntado usted cómo se termina la carrera de un beisbolista? ¿Cómo se siente el tipo después de recibir la noticia? ¿Qué piensa un jugador de las preguntas de la prensa? Ok. Aquí, Morgan Ensberg responde).


Morgan Ensberg
publicado originalmente el 29 de abril de 2010 en morganensberg.wordpress.com

¡Ensberg! ¡Tú sigues!
Esas fueron las palabras de Mike Guillespie, mi coach en USC (Universidad del Sur de California).
Era nuestro primer juego en 1996. Jugábamos contra la Universidad de Nevada en Reno y yo estaba en la banca, pero estaba a punto de tener mi primer turno al bate en la temporada.

Mi corazón intentaba salirse de mi playera, pero respiré hondo y traté de relajarme.

Calma. Has tenido prácticas de bateo extra después de cada una de las prácticas del año. Has atrapado rolas extra cada día.

Nunca la has tenido fácil. Pero eres un tipo que encuentra una manera de ganar. Eres un tipo persistente. ¡Ahora es cuando cuenta! ¡Puedes hacerlo! Es la hora. Ésta es tu oportunidad, Morgan.

Dios, te necesito ahora. Gracias por esta oportunidad. Has continuado bendiciéndome aun cuando no lo merezco. Por favor, dame la calma y permíteme usar la habilidad que me has dado. Amén.

Me he preparado. Estoy listo.

Al momento de pararme en la caja de bateo no sentía el cuerpo. Pero en cuanto el pitcher empezó su movimiento hacia el plato todo quedó en silencio. ¡Aquí viene la pelota!

¡Contacto!

Cuando terminaba mi swing miré hacia el callejón de jardín derecho y central. Ambos jardineros se dirigían hacia la barda. ¡Vete pelota! ¡Vete!

¡Jonrón! ¡Lo hice! ¡Pegué un jonrón! Gracias Dios, por ayudarme a estar listo.

Morgan, Joe quiere verte
Esas eran las últimas palabras que yo quería escuchar cuando jugaba para los Tampa Bay Rays en la primavera de 2009. Ningún jugador quería que esa frase fuera pronunciada en el clubhouse. Si eres llamado a la oficina del manager, especialmente en el Spring Training, entonces algo anda mal.

Mientras entraba a la oficina, vi al manager de los Rays, Joe Maddon. Sólo pude ver a los otros dos coaches cuando ya estaba dentro de la habitación. Sentados del lado izquierdo de la pequeña sala estaban Tom Foley (coach de tercera base) y Dave Martínez (coach de banca). Joe estaba sentado detrás de un escritorio orientado de frente a la puerta y me estaba mirando directamente; se le veía con poco ánimo cuando me dijo que me sentara. Lo hice. Joe tenía las manos metidas en la bolsa delantera de su sudadera y estaba recargado a medias en su silla. No tenía su ánimo festivo habitual. Parecía más un doctor que tiene la terrible responsabilidad de decirle a alguien que un ser querido acababa de fallecer.

"Morgan, te estamos dejando en libertad".

Mi cabeza se cayó de mis hombros. Mi ritmo cardiaco se aceleró y empecé a sudar como pasa siempre que estoy nervioso.

"No creo que sea el fin de tus días como jugador, pero no tenemos un espacio para ti".
Asentí con la cabeza, haciendo tiempo para poner todo en su lugar. Trataba de pensar, pero todo lo que podía hacer era un esfuerzo para no sacarme el corazón por la garganta. ¡Piensa, Morgan! ¡No puedo! Las emociones me dominaban y entonces, repentinamente, la claridad.

La primera palabra que salió de mi boca fue un solemne: Wow. Más asentimientos con la cabeza. Perdí la claridad de nuevo. Sentía que todos en la sala podían ver que estaba tratando de mantenerme en una pieza.

Podía sentir el orgullo moviéndose y eso, para mí, es malo. Si hay algo que tienes que saber sobre mí, es que no me gusta el orgullo. Creo que el orgullo es egoísmo. Creo que el orgullo te bloquea para ver la verdad.

Algunas personas creen que el orgullo es una virtud. En este país el orgullo es glorificado. Es un zumbido utilizado en comerciales de televisión y en discursos patrióticos. Pero el orgullo no es bueno. Las personas que usan esa palabra con frecuencia confunden el orgullo con el honor. El honor es bueno. El honor inspira respeto. El honor es humildad. El honor te impulsa a buscar un estándar más elevado pero siempre respetando a la autoridad. Mi meta siempre ha sido el honor.

Ahí, sentado frente a Joe, le dije:

"Bueno, quiero agradecerle la oportunidad. Realmente fue muy divertido conocerlos. Ustedes son muy buenos con los muchachos que tienen aquí. Tienen algunos de los mejores talentos que yo haya visto y creo que les irá muy bien. Gracias por ayudarme con mis manos (apenas cuatro días antes, Joe sugirió que moviera mis manos en una posición diferente y súbitamente tuve seis hits en 15 turnos al bat). Fue grandioso conocerlos, muchachos".
Luego de esto, me levanté con una sonrisa, conteniendo las lágrimas, estreché las manos de cada uno y les di las gracias.

Caminé hacia el área de casilleros mientras me quitaba la playera. Los muchachos me preguntaron qué pasaba y les dije: “Me acaban de dejar en libertad”. Inmediatamente hubo “NOs” y “¿Estás bromeando?” Eso me hizo sentir bien. Pero yo estaba fuera.

Los chavos vinieron a estrecharme la mano y a pedirme mi teléfono. Realmente son buenos chicos y todos me desearon buena suerte. Yo suelo decirle a la gente que no creo en la suerte más allá de la lotería. Creo en el trabajo duro. Pero entendí sus mensajes. Sonreí y les dije a todos que yo estaría ahí si ellos necesitaban cualquier cosa.

Es mejor que tome mi guante
La única cosa que me importaba era tomar mi “guante de partidos” (“gamer” en el original. Nota del metiche). Es el guante que sólo uso en los juegos. Muchos jugadores tienen un guante para la práctica de bateo y su guante de partidos. Tener un guante de partidos no es una de las afamadas supersticiones del beisbol. Por supuesto, como la suerte, las supersticiones no existen en mi mente. Pero sentirse cómodo sí. Mi guante de partidos es cómodo. Conozco cada pulgada de ese guante. Mi guante de práctica de bateo eventualmente se convertirá en mi guante de partido el año siguiente, pero el guante de partido está listo ahora. Amo este guante. Siempre pensé: mientras yo tenga mi guante de partidos, tú puedes encargarte de todo lo demás. Por supuesto el manager del clubhouse empaca todas tus cosas y te da tu maleta hecha, pero yo siempre voy a llevar mi guante de partido conmigo.

No siento las piernas
Mientras dejaba el clubhouse pasé junto a un grupo de 10 periodistas japoneses que estaban ahí para cubrir al segunda base Akinori Iwamura. Apenas notaron mi presencia, yo no representaba nada para ellos porque, francamente, yo no soy japonés. Continué caminando con el sentimiento surreal de que esa era la última vez que salía de un campo de juego como jugador profesional. Entonces, a sólo un par de metros de la puerta del estacionamiento, escuché: ¡Morgan!

Demonios.

Yo no evado a la prensa. No finjo que no los escucho, porque eso ni siquiera se finge. Es una mentira. Entiendo que el reportero sólo está tratando de hacer su trabajo y detener a los jugadores para hacerles preguntas es parte de su trabajo. ¿Cómo podría hablar de honor si fingiera que no escucho a los reporteros cuando me hablan?

Me di vuelta y sonreí. Él tenía su grabadora en la mano y quería hacerme unas preguntas. Las respondí con optimismo.

“Sí, fue sorpresivo, pero todavía hay tiempo”, dije en el tono más animado del que fui capaz. Fue como tratar de poner cara de felicidad después de que tu perro ha sido atropellado. Sus preguntas continuaron durante unos minutos y finalmente fue todo.

Como siempre, me preguntó un montón de cosas que podrían ser fácilmente malinterpretadas por los fans al leer su artículo. Todo dependería de cómo el reportero haya interpretado mis respuestas y de cómo él escribiera mis opiniones para que los fans las interpretaran por ellos mismos. Pero realmente, él nunca me hizo preguntas, más bien me decía frases y esperaba a que yo reaccionara.

Ensberg (izquierda) durante el Spring Training
de 2009
con los Tampa Bay Rays

“Entonces, fue una sorpresa”, dijo el reportero.

Yo quería decirle:

“Sí, ¿tú crees? Hace siete minutos me despidieron. Tal vez todavía estoy muy dolido por el pinchazo. Es una porquería que tú quieras hacerme preguntas (que realmente no son preguntas) tan fuera de lugar como puedas para, posiblemente, tener la exclusiva de cómo ese tipo Ensberg parece un tipo sereno pero que pierde la cabeza cuando las cosas salen mal”.

Pero de alguna manera, me mantuve calmado. Reconozco que lo honorable hubiera sido responder las preguntas y dejar a un lado mi orgullo. Pude escuchar al ángel (más bien al Astro) cerca de mi hombro, Jeff Bagwell, diciéndome gentilmente al oído:

"¿Has pensado en ese reportero que, bien o mal, sólo trata de ser grandioso en su trabajo?"

Puedo respetar eso. Si él simplemente hace su mejor esfuerzo por ser bueno en su trabajo, entonces yo soy capaz de hacer mis emociones a un lado y tratar de darle las declaraciones más honestas que pueda.

“Bueno, todavía hay tiempo. Esto todavía no se acaba”.

Por supuesto, eso sólo abrió las compuertas. Por el rabillo del ojo vi al resto de los reporteros corriendo hacia afuera del clubhouse. Venían, literalmente, corriendo por una declaración.

Seamos honestos, eso pasa porque la industria de las noticias está tan intoxicada que presiona a los reporteros para no enfocarse en la historia objetiva que tienen encomendado cubrir, sino para alimentar el lado subjetivo y altamente emocional de los deportes, porque los fans quieren controversias. En mi experiencia, si un reportero obtiene algo controversial se convierte en el héroe del día. Especialmente si el periódico rival no tiene la nota, entonces sus jefes se quieren arrancar la cabeza porque les ganaron una nota que no tiene absolutamente nada que ver con el juego que sucede en el campo.

Uno puede ver la presión con la que los reporteros tienen que lidiar. Soy un convencido de que los periódicos presionan a los reporteros para que escriban cosas controversiales. No tengo ninguna duda.

(…)

La prensa japonesa
Los japoneses son fanáticos de sus estrellas. Cuando jugué para los Yankees Hideki Matsui tenía sus propias conferencias de prensa casi todos los días. Yo amaba a Hideki. Su locker estaba junto al mío. Los reporteros que merodeaban a nuestro alrededor siempre sonreían y cada vez que ellos llegaban yo trataba de aprender un poco de japonés.

Aprendí, por ejemplo, que “Ohiyo Gozaymas” significa “Buenos días” y se usa sólo con gente a la que realmente respetas. También aprendí una palabra que no tiene traducción al inglés: “Otskaresama”, que significa algo así como “Hicimos un gran trabajo hoy y trataremos de ganarles mañana”.

Siempre que camino por un clubhouse y veo un reportero japonés le digo: Ohiyo Gozaymas e inclino un poco la cabeza. Me gusta que sepan que los respeto.

(…)

Estaré en forma por un mes
Después de llamar a mi esposa, Christina, y darle las noticias, decidí regresar a casa. Ser dejado en libertad a tres días de que termine el Spring Training es lo peor que te puede pasar. Los equipos están cortando sus números y no necesitan sumar jugadores, necesitan restar. Pero con algo de suerte, pensé, algún equipo llamaría con una oferta de trabajo.

Cero.

Mi agente, Joe Sambito, escribió correos electrónicos a todos los equipos diciéndoles que había sido dejado en libertad y que me gustaría jugar incluso si era en categoría AAA.

Cero.

Ni uno. Ningún equipo llamó para pedirme jugar ni siquiera en AAA. Estaba devastado. No estaba lastimado. Debía haber algún equipo que necesitara un tercera base sano. Yo era un veterano de 33 años que nunca en su vida había estado en un equipo perdedor. Mi carrera incluía un campeonato nacional universitario y cuatro campeonatos de ligas menores. Carajo, fui el MVP de los Astros el año que llegamos a la Serie Mundial. Pero, claramente, yo no veía las cosas de la misma manera en la que los equipos lo hacían.

Después de todas las campañas ganadoras, yo pensaba que si había una cosa con la que yo contribuí en todos mis equipos, era la de fungir como “quimioterapia”. Tal vez mi mayor atributo era que evitaba que los jugadores se convirtieran en células de cáncer.

Pienso que si deseas que alguien de tu equipo juegue mal, eres un cobarde. Creo que si quieres que un compañero falle, debes mirarte en el espejo. Geoff Blum y Mike Lamb, dos tipos que juegan mi posición, todavía son amigos míos muy cercanos. Puedo decir honestamente que nunca desee que les fuera mal. Nunca comparé su desempeño con el que creía que yo podía tener. Llevé esa actitud a cada equipo en el que jugué. Y tal vez eso hizo alguna diferencia.

Hay una excelente película titulada Facing the giants. Kevin Edelbrock era nuestro párroco en la Capilla del Beisbol con los Astros y él me sugirió ver la película.

La Capilla del Beisbol es, básicamente, nuestra iglesia durante la temporada. Nuestros juegos del domingo son a la 1 de la tarde y usualmente llegamos al parque cuatro horas antes, así que no tenemos tiempo de ir a la iglesia, especialmente cuando estamos de gira. Pero la Capilla del Beisbol nos proveía de un pastor (sin importar si estábamos en casa o en gira) que nos daba un sermón de 15 minutos los domingos. Era una operación magnífica. No tenías que ser de una religión en particular para asistir.

Regresando a la película. El personaje principal, Grant, es un coach de un equipo de futbol colegial, su vida persona es mala, su trabajo es malo, su equipo es malo. En una escena, él va caminando por un pasillo de la preparatoria y ve que el pastor de la escuela toca cada locker y dice una plegaria para los estudiantes. El pastor lo mira y le dice: “Coach. Dios tiene un plan para usted. Deje que le cuente una historia. Eran dos campesinos cuyas tierras sufrían una dura sequía. El primer campesino no hacía nada, pero el segundo se levantaba temprano y araba su tierra. Cuando el primer campesino lo vio, le dijo: ‘No ha llovido desde hace años, ¿qué crees que haces?’ y el segundo campesino contestó: ‘Me preparo para la lluvia’”.

En el curso de mi carrera en el beisbol aprendí que cuando las cosas no salen como lo esperas, debes cambiar tu enfoque. No puedes controlar el desempeño de los otros tipos que juegan tu posición. Pero puedes “arar tus tierras”. Puedes trabajar en la jaula de bateo o ejercitarte en el gimnasio. Si eres pitcher, puedes practicar tu manera de agarrar la pelota y trabajar en pichadas que te ayuden a tener más éxito. Tener sesiones extras de atrapar elevados y rolas. Puedes prepararte para la lluvia. Cuando te llamen, entonces estarás listo. Y si la llamada no llega, sabrás que hiciste todo lo que pudiste para triunfar. Aprendí eso de que mi experiencia en la pelota universitaria y lo probé una y otra vez en mi carrera en el beisbol profesional. Siempre quise enseñarles eso a los jugadores jóvenes.

Saliendo del estadio
Mientras salía del estadio en Fort Myers, en la primavera de 2009, miré alrededor y vi a los reporteros japoneses y les grité: “Otskaresama”.

Como ya dije, la palabra no tiene traducción al inglés. Pero creo que significa “prepararse para la lluvia”.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Como ablandar un guante nuevo

(Les dije desde el principio que de vez en cuando habría en Beisbol en palabras algunas cosas que verdaderamente valdrían la pena y que serían escritas por otra gente. Ok. Aquí va una. El texto de Jim Caple, publicado en ESPN.com el 10 de mayo pasado, no tiene desperdicio, vale la pena que yo me guarde mis irrelevantes consideraciones y les deje completito este divertido y curioso texto. Si nos ponemos muy amables con el encargado del blog, diremos que este post tiene el relativo mérito de compararse con las basuras de traducciones que hacen en ESPNdeportes. Repito, sin desperdicio. Con ustedes, Mr. Jim Caple).



Microondas, tinas de agua caliente y hornos tradicionales entre otras, las opciones de los jugadores de Grandes Ligas

Jim Caple

Yo pensaba que ablandar un guante nuevo era sencillo. Le pones una bola en la canasta, lo amarras con una agujeta, lo metes debajo del colchón (junto al número especial de trajes de baño de Sports Illustrated, un número de Maxim’s y el catálogo de Victoria’s Secret) y luego duermes todo el invierno. Pero entonces le pregunté a varios jugadores de Grandes Ligas cómo ablandan sus guantes nuevos y he aprendido, entre muchas otras cosas, que ablandar un guante se ha convertido en algo mucho más complicado.

Aaron Rowand, de los Gigantes de San Francisco dijo, “primero lo mojo, lo meto completamente en una cubeta con agua. Luego lo pongo en el microondas por un minuto y 10 segundos para que se suavice la piel y luego lo tomo y salgo a cachar pelotas tiradas por una máquina de picheo”.

Esperen un momento. ¿Lo mete al microondas? ¿En serio? ¿Quién mete su guante de beisbol al microondas y por qué?

“Mi guante cometió un error, no yo, entonces tuve que castigarlo y lo puse en el microondas 30 segundos”, cuenta el jardinero central de los Angels, Torii Hunter. “Después de eso me sentí mucho mejor. Entonces decidí hacerlo cada año en el Spring Training para ablandar mis guantes”.

Hunter y Rowand no están solos. Usar el microondas para ablandar guantes de beisbol está de moda en estos días. Félix Hernández, Pablo Sandoval, Vladimir Guerrero, Ervin Santana y muchos otros usan la ruta del microondas.

Rowand sostiene que el microondas ablanda la piel y permite que se amolde a tu mano con más facilidad. Advertencia: No lo dejes ahí por mucho tiempo. “Yo traté de hacerlo una vez y se derritió el forro”, dijo el primera base Doug Mientkiewicz. “Fue la última vez que lo intenté”.

Hunter recomienda menos de 60 segundos. “Aprendí que si lo dejas ahí por un minuto empieza a cocinarse, casi te lo puedes comer después de eso”.

Stephen Drew de los Arizona Diamondbacks no utiliza hornos de microondas. El ocupa el horno de vieja escuela, mete ahí su guante como si fuera un pavo de Día de Gracias y lo calienta a 150 grados centígrados durante dos o tres minutos luego de embarrarlo de crema para afeitar. Mmmmmm. “Mis hermanos mayores (J.D. Drew de los Boston Red Sox y Tim) lo hacían así cuando yo era niño, así que sólo estoy siguiendo sus pasos”, dijo.

Cuando se trata de recetas para ablandar guantes de beisbol, los ingredientes clave son los mismos que los que se usan para crear un diamante: calor y presión. “Uno de mis cuates me dijo que lo pusiera en la cajuela de mi carro. Hace mucho calor ahí, seguro se ablanda”, dijo el segunda base de los Seattle Mariners, Chone Figgins, quien creció en Tampa. “Otra vez me dijo que lo golpeara con mi bate”.

Antes de descubrir el método del microondas, Hunter asegura que ponía sus guantes debajo de una de las patas de la mesa de la cocina. Howie Kendrick, de los Anaheim Angels, dijo que lo ponía en el suelo y caminaba sobre él, lo aventaba repetidamente contra una pared y golpeaba la canasta con un bate. Algunos jugadores menos pacientes solían pasar una llanta de su carro sobre los guantes, lo que a mi entender es una falta de respeto. “Si es un guante nuevo no merece ningún respeto”, dijo el shortstop de Seattle Jack Wilson. “No se merece ningún respeto hasta que ha sido usado en un juego”.

Milton Bradley asegura que él simplemente va con el método tradicional de amarrar y dejar debajo del colchón. Tim Lincecum suele ablandar sus guantes sólo cachando pelotas con él hasta el cansancio. Mark DeRosa tiene un método aún más simple. Espera a que el representante de Rawlings (prestigiosa marca de guantes de beisbol. Nota del metiche) llegue a mostrar guantes a los jugadores en el Spring Training y le pide que le guarde uno después de que todo el mundo se lo haya medido y lo haya probado. “Para cuando ha sido probado por 10 o 12 equipos diferentes está en perfectas condiciones, completamente ablandado”, dijo.

Ken Griffey Jr. tiene un método más sencillo todavía para ablandar sus guantes. “Se los mando a mi papá y él lo hace por mí”.

Pero el método más simple de todos, es probablemente el de Jack Wilson. El no ablanda sus guantes. Bueno, eso tal vez no sea preciso. No es que él nunca haya ablandado guantes, lo que pasa es ya no lo hace. Mientras otros jugadores usan dos guantes por temporada, él ha usado el mismo durante seis temporadas completas. De tanta brea que tiene encima el guante es una amenaza ambiental que requiere almacenamiento especial fuera de su casa.

“La brea crea una especie de cáscara que no permite que la parte interior de los dedos se aguade. Es hermoso”, dice Wilson mientras contempla su guante. “Cuando encuentras uno bueno, tratas de mantenerlo todo el tiempo que sea posible. Este no se usa para jugar a cachar, sólo se usa en partidos y no sale hasta el primer inning. En el espacio entre temporadas se guarda en un recipiente sellado, ahí se queda todo el invierno y no lo toco hasta el Día Inaugural. Está tan viejo que a veces temo que se rompa, así que lo mantengo en el garaje, es el mejor lugar para guardarlo porque regularmente siempre tiene la misma temperatura y casi siempre está cerrado. Entonces lo llevo al Spring Training, lo saco del encierro y está listo para el Día Inaugural”.

¿El mejor método para ablandar un guante? Sin duda alguna, el de Torii Hunter. Antes de meterlo al microondas, Hunter sumerge su guante en un jacuzzi. Evidentemente es un proceso sumamente atractivo. “Siempre tenemos muchas mujeres en el jacuzzi”, dice Hunter antes de soltar una carcajada. “Mi guante siempre está en el jacuzzi con alguien. Es un guante especial, es mi guante de la suerte”.

domingo, 9 de mayo de 2010

Aléjate de mi montículo y cierra la boca, A-Rod



Con ‘un puñado de victorias’ en Grandes Ligas, Dallas Braden, un pitcher desconocido, utilizó sus ’15 minutos de fama’ para castigar a un pelotero con largo historial de faltas de respeto al juego y sus oponentes, Alex Rodríguez. Lo calificaron de payaso, de estar equivocado, dijeron que estaba ‘poco calificado’ para criticar a Rodríguez. Para sus detractores, una mala noticia: Braden acaba de lanzar un juego perfecto

Juan Carlos Plata

El 22 de abril de 2010, los New York Yankees visitaron a los Oakland Athletics en el Oakland Coliseum. El resultado final fue una victoria para los locales 4 carreras a 2. Pero ese sólo fue el marco de la verdadera historia.

En la sexta entrada, Alex Rodríguez conectó un sencillo ante los lanzamientos del hasta entonces desconocido pitcher Dallas Braden; inmediatamente después, con Robinson Cano al bate y con cuenta de una bola sin strikes, los Yankees mandaron una jugada de hit and run. Cano terminó bateado un foul, al determinarse que la bola estaba muerta, Rodríguez estaba parado en la tercera base.

De regreso a la primera base, A-Rod tomó el camino más corto y pasó trotando por encima del montículo. Braden lo tomó como un insulto, una violación a una de las reglas no escritas del beisbol.

Y lo fue.

Con el siguiente lanzamiento, Cano bateó una rola que se convirtió en un doble play y el inning terminó. En la conferencia de prensa al terminar el juego, Braden, de acuerdo con la nota de Jane Lee, de MLB.com, sostuvo:

“Después del doble play, él se me quedó viendo y me hizo una seña como diciendo: ¿Qué dices? Yo me aseguré de que me entendiera”.

Llamado a comparecer ante los medios, Rodríguez detalló lo que le había dicho Braden.

“Me dijo que me mantuviera alejado del montículo”.

Pero la cosa estaba lejos de terminar. Braden arremetió contra el tercera base de los Yankees.

“Él debería tomar nota de cómo se comporta su capitán (Derek Jeter) y darse cuenta de que no se cruza corriendo el montículo entre innings o durante el juego. Me contraria que siendo él una gran estrella se le escapen esos detalles”.

Por su parte, Rodríguez también fue más allá:

“Me tomó por sorpresa. Nunca había escuchado algo así, y menos de un tipo que apenas tiene un puñado de victorias en Ligas Mayores. Ni siquiera me había dado cuenta de que me estaba hablando a mí. Nunca oí algo así en mi carrera. No sé, pienso que fue algo divertido, en serio”.

Sigue la nota de Jane Lee:

“Branden, que se la pasó batallando contra una molestia médica durante sus seis innings de trabajo, no encontró nada cómico el asunto. Luego de recibir una inyección el pitcher se mantuvo firme en sus creencias y dijo que lamentaba que incidente no hubiera terminado con una disculpa.

“‘El muchacho sólo está retrasando su disculpa, es una lástima. Le tengo mucho respeto por lo que ha hecho en el juego, admiro la clase de talento que tiene, pero es desconcertante ver la otra parte de las cosas’.

“‘Es una cuestión de etiqueta’, continuó Braden. Él juega para una organización de mucha clase, la mejor del negocio. Sólo estaba tratando de hacerle ver que yo todavía estaba ahí afuera, tenía la pelota en la mano y que es mi montículo. Si él quiere correr por encima del montículo, díganle que se vaya a dar de vueltas al bullpen’

“‘Yo no voy a correr alrededor de la tercera base’, dijo. “‘No escupo ahí, me mantengo alejado. Él corrió por encima del montículo del pitcher, pisó mi placa. No señor, ni siquiera volando pases por encima de mi montículo’”.

En su artículo, The Dallas Braden/Alex Rodriguez feud continues, publicado en el sitio de internet Bleacher Report el 9 de mayor, Hunter McDowell ahonda en el caso:

“Hay que darle crédito al pitcher Dallas Braden, con sus diecisiete victorias en Ligas Mayores, por enfrentarse a Alex Rodríguez y los New York Yankees.

“Antes del juego de 22 de abril entre los Yankees y los Athletics, sólo algunas pocas personas fuera de Oakland habían oído hablar de Braden y sólo unas pocas personas, que seguramente viven bajo las rocas, no habían escuchado hablar de A-Rod.

“El salario de Braden es de 420 mil dólares, tal vez un poco más de lo que A-Rod gastó en sus inyecciones de esteroides de hace unos años. La mayoría de ustedes se sabe la historia de Rodríguez y su salario de 33 millones de dólares al año, sus 12 selecciones al Juego de Estrellas, los tres premios MVP, sus
585 jonrones de por vida, el campeonato de 2009, etcétera.

“Luego del incidente, Braden alertó que podría haber ‘repercusiones’ durante el siguiente encuentro entre los Yankees y los Athletics, el 5 de julio.

“Los medios de beisbol disfrutaron el sonido de las mordidas por unos días, pero la mayoría de las historias referentes al altercado, elegaban que los Athletics y Braden no tenían la estatura para reclamar algo así a los Yankees y Rodríguez.

“Incapaz de controlarse a sí mismo hasta los fuegos artificiales del 4 de julio, Braden volvió a la carga esta semana con su desencanto por Rodríguez”.

Braden reaccionó ante una pregunta de un reportero de la cadena CSN Bay Area. El periodista preguntó si había posibilidades de que el altercado llegara a los golpes en el futuro.

“Hay cosas que son inevitables”, dijo el pitcher.

Y siguió:

“Él es un jugador individualista. Él juega por el nombre que está en la parte de atrás del jersey, no por el que está en el frente. No sé si lo ha notado, pero su equipo no tiene nombres en la espalda, se juega por el nombre que está en la parte delantera del jersey.



(Braden realiza su rutina de calentamiento antes de su apertura
del 9 de mayo de 2010 que terminaría en un juego prefecto)


Ese mismo día, entrevistado en Boston, donde los Yankees jugaban una serie de tres partidos contra los Red Sox, Rodríguez dijo sobre el asunto:

“Realmente no quiero extender más sus 15 minutos de fama. Es tentador sentarme aquí y forcejear verbalmente a través de los medios otros tres meses, pero no lo voy a hacer”.

De nuevo el artículo de Hunter McDowell:

“Como buenos compañeros, otros Yankees salieron en defensa de Rodríguez.

“‘Es un payaso’, dijo CC Sabathia sobre Braden. ‘Necesita calmarse, seguramente está estresado’.

“‘No sé por qué él sigue con ese asunto’, dijo Derek Jeter. ‘Pregúntele a él, porque yo no tengo idea de por qué vuelve a hablar del asunto otra vez’.

“‘Braden está equivocado y Alex está en lo correcto. Mientras más habla, se pone más en ridículo’”, dijo Brian Cashman, el gerente general de los Yankees.

“‘En la mayoría de las circunstancias es entendible que un gerente general defienda a sus jugadores, pero que Cashman diga que Alex está en los correcto, es una declaración mal informada”.

No es la primera vez que Alex Rodríguez le falta al respeto al beisbol o viola una regla, escrita o no escrita, de la etiqueta del juego.

Durante el sexto juego de la mítica Serie de Campeonato de la Liga Americana de 2004 entre los Boston Red Sox y los Yankees (en la que Boston se convirtió en el primer equipo de la historia en regresar de una desventaja de tres juegos para ganar la serie y que resultó ser la antesala del entierro del Maldición del Bambino), con los Red Sox arriba 4 carreras a 2 y Jeter en primera base, Rodríguez bateó una rola por primera, el pitcher Bronson Arroyo tomó la pelota, cortó el camino de A-Rod y al intentar tocarlo con el guante, el tercera base de los Yankees golpeó intencionalmente con la mano el guante de Arroyo y la bola terminó en el jardín derecho.

Jeter anotó y Rodríguez se instaló en la segunda base, parecía que los Yankees podrían darle la vuelta al juego y eliminar a Boston. Sin embargo los umpires declararon out a Rodríguez por interferencia y regresaron a Jeter a primera. La amenaza se terminó y la historia es por todos conocida.

Tiempo después, en mayo de 2007, jugando en Toronto, Rodríguez corría de segunda hacia tercera mientras el tercera base de los Blue Jays, Howie Clark, trataba de fildear un elevado de rutina. Al pasar junto al fildeador, Rodríguez gritó: “Mine” (mía) y el jugador se retiró pensando que el grito provenía de un compañero suyo en mejor posición. La pelota cayó, se marcó sencillo y Rodríguez ocupó la tercera base. Esta vez, los umpires lo dejaron salirse con la suya.

Y por si todo esto no fuera suficiente, en febrero de 2009, Rodríguez finalmente admitió haber consumido Drogas para Mejorar el Rendimiento mientras jugaba para los Texas Rangers.

Lo sentimos señor Cashman, Alex no está en lo correcto.

La conclusión de McDowell es también digna de reproducción:

“Denle a Braden el crédito por decir finalmente lo que muchos fans y jugadores quisieron decir por muchos años. Él aprovechó sus ‘15 minutos de fama’ para fustigar a alguien que ha demostrado poco respeto por los rivales y por el juego de beisbol”.

Suponiendo que Dallas Braden no fuera lo suficientemente calificado para criticar la actitud de Alex Rodríguez. Jerry Craskick, en su columna de ESPN.com The startig nine del 5 de mayo pasado, publica la opinión de Bert Blyleven (ganador de 287 juegos en Ligas Mayores, con 60 blanquedas y 3 mil 701 ponches), un futuro ocupante del Salón de la Fama que tiene mucho más de ‘un puñado de victorias’ y que no necesita ‘15 minutos de fama’:

“No está bien lo que hizo A-Rod. Pudo rodear el montículo. Tienes que respetar el juego y tus oponentes.

“Vi la arrogancia que mostró durante la entrevista que dio al finalizar el partido. Pudo haber dicho ‘Hey, lo siento, no me di cuenta’. Pero en lugar de eso prefirió hacer un circo de todo esto. Braden tiene todo el derecho de estar molesto. A-Rod corrió por sobre el montículo y es muy bueno para decir mentiras. Dijo: ‘No recuerdo haber hecho eso’.

“No hay que sorprenderse si Braden lanza bolas altas la próxima vez que enfrente a Rodríguez y a los Yankees, y en la situación correcta podría lanzarle pegado o hacerlo mover los pies un poco, incluso golpearlo. La parte triste de todo esto es que, con el juego como es hoy, Braden recibiría un castigo por eso, ya no es lo mismo que en los 70. Es difícil hacer valer la regla del ‘ojo por ojo’ ahora”.

Otra noticia para los detractores de Braden: El domingo 9 de mayo enfrentó a los Tampa Bay Rays (a la fecha, el equipo con mejor récord de las mayores) en el Oakland Colliseum y retiró consecutivamente a los 27 rivales que enfrentó, para agenciarse el juego perfecto número 19 de la historia de las Grandes Ligas.

Entrevistado antes de su juego dominical contra los Boston Red Sox, Alex Rodríguez, luego de conocer la noticia del juego perfecto, fue más conciliador, de acuerdo a la nota del New York Times:

“He aprendido en mi carrera que siempre es mejor ser recordado por algunas de las buenas cosas que haces en el campo, que bueno por él. Lanzó un juego perfecto. Y aun mejor, lo hizo frente a los Rays, el mejor equipo hoy en día”.

Por su parte, Braden luego del juego dijo:

“Es, sin duda, un premio al esfuerzo de todo el equipo, tienes detrás de ti a ocho hombres que cazan las pelotas por ti. Entonces el juego perfecto es nuestro, no sólo mío, es nuestro”.

Lamentablemente para Rodríguez, Braden acaba de ganarse mucho más que 15 minutos de fama. Dallas Braden desde el 9 de mayo de 2010 tiene su nombre en los libros de récords, Rodríguez y sus 33 millones de dólares al año tienen que esperar unos cuantos años más. Mientras tanto, Mr. A-Rod, aléjese del montículo y cierre la boca.

sábado, 1 de mayo de 2010

29 mil personas y un millón de mariposas

Todos los adjetivos, figuras retóricas, referencias literarias y anécdotas históricas de beisbol salen sobrando ante un personaje que usa todas esas herramientas en un día de trabajo. Con ustedes, damas y caballeros, Vin Scully.

Juan Carlos Plata


“La suya tal vez no sea la voz de Dios –no es lo suficientemente profunda, no espanta lo suficiente- pero seguramente es la voz del Cielo. Seguramente la voz de Vin Scully es la que se escucha cuando se termina la ascensión y se toca a la puerta. ‘Hola a todos,’ dirá la voz, ‘y tengan una agradable tarde donde quiera que se encuentren. Es un lindo día aquí en el cielo…’.”

Así inicia Dave Sheinin su artículo A legendary career that speaks for itself, publicado en el Washington Post el 5 de Julio de 2005.

Y prosigue:

“Aquí en la tierra, la Voz del Cielo todavía está viva tanto como un triple por el callejón de left-center y más accesible para más gente que nunca antes. Como muchos fanáticos del beisbol lo saben desde hace 56 años y muchos otros lo están apenas aprendiendo, el cielo en la tierra es un buen carro y un largo camino por delante, o un sillón acolchado y una cerveza fría, y Vin Scully narrando la acción, pintando cuadros con las palabras, aliviando almas.

Vincent Edward Scully nació el 29 de noviembre de 1927 en Nueva York, creció en el barrio de Washington Heights y estudió en la Universidad de Fordham, de la que se graduó en 1949 luego de pasar dos años en la Marina.

El propio Scully cuenta en el artículo In Vin veritas, de Richard Hoffer, publicado en Sports Illustrated el 8 de septiembre de 2008:
“Cuando era un niño vivíamos en un departamento de un quinto piso y teníamos un enorme radio con un mueble de cuatro patas, yo tenía 8 o 9 años y me metía debajo del aparato con una almohada, la imagen está un poco borrosa en la memoria, pero está perfectamente fija después de tanto tiempo, 75 años, tal vez un poco menos. No hacía diferencia alguna el evento deportivo del que se tratara.

”Los comentaristas tenían trucos para construir el drama, para capturar la inmediatez del momento. Se evitaba la puntuación, como si la más pequeña pausa le diera al radioescucha una excusa para cambiar de estación…y de pronto, la gente en el estadio se volvía loca y el ruido de la multitud venía y me inundaba. Era como agua saliendo de una regadera”.

Como es evidente, el joven Scully no necesitó orientación vocacional. Desde meses antes de su graduación escribió y envió una docena de cartas a estaciones de radio de toda la costa este de Estados Unidos solicitando trabajo.

Su primera experiencia, que duró apenas un par de meses, fue en una estación de Washington D.C., de vuelta a Nueva York buscó a Red Barber, en ese entonces director de deportes de CBS, y este le dijo que no había puestos disponibles y ni siquiera le aceptó una solicitud formal.

Ese otoño, CBS inició un programa de futbol americano colegial, Barber estaba al aire desde los estudios en Nueva York y contactaba por teléfono a los narradores para un resumen rápido y algunos minutos de narración en vivo y luego cambiaban de juego.

Un fin de semana un narrador que se encargaría de un juego en Boston se reportó enfermo y Barber no tenía a nadie disponible. Después de pensar en opciones, preguntó: ¿Quién era ese niño pelirrojo que vino a pedir trabajo? ¿Alguien recuerda su nombre?

Barber contactó a Scully a través de un profesor de la Universidad de Fordham y ese fin de semana Scully estaba helándose -literalmente- en el techo -literalmente- de Fenway Park narrando el juego entre Boston University y Maryland. Una semanas después volvieron a llamar para ofrecerle otro juego: Yes, sir, fue la respuesta.

Ese mismo año, Ernie Harwell, quien narraba los juegos de los Dodgers de Brooklyn, junto con Barber y Connie Desmond, recibió y aceptó una oferta para ser el cronista principal de los New York Giants y Barber propuso a Scully como su remplazo.

La agencia de publicidad que manejaba los anuncios tenían dudas sobre la inclusión del joven y Barber propuso mandarlo a los juegos de Spring Training para una prueba.

“Ahí estaba yo, 22 años, soltero, recién salido de la universidad y alguien me pedía que fuera al Spring Training de los Dodgers”, diría después el joven narrador.

El martes 18 de abril de 1950, la voz de Vin Scully se escuchó por primera vez en un juego de los Dodgers de Brooklyn, transmitiendo desde Philadelphia. Los Dodgers perdieron ese partido 9 carreras a 1.

Desde entonces a la fecha, Scully ha narrado alrededor de 9 mil 957 juegos de temporada regular de los Dodgers y contando.
En estos 60 años, Scully relató el primer campeonato de la franquicia, en 1955 con los siempre recordados Boys of Summer, se mudó de costa junto con el equipo en 1958, a Los Angeles, en donde los ha acompañado en cinco títulos más.

La primera casa de los Dodgers en la ciudad de los ángeles fue el Memorial Coliseum, un gigantesco estadio construido para futbol americano (que tenía el callejón de right-center más largo de las Ligas Mayores (440 pies), un jardín central que asemejaba más a un parque nacional (425 pies) y el jardín izquierdo más ridículo del que se tenga memoria (250 pies) y al que le cabían casi 100 mil espectadores.

Con los radios de transistores portátiles apenas salidos al mercado y con un estadio en el que desde la mayoría de los asientos era imposible distinguir un jonrón de un toque de sacrificio, los angelinos fundaron la costumbre de divisar el juego en vivo y asistirse de Vin Scully para que les dijera qué estaba pasando.

Ya en Dodger Stadium (un estadio construido ex profeso para beisbol) los miles de radios de transistores aumentan sustancialmente el volumen del ruido ambiental; Vin Scully, sentado en la cabina de transmisión –por cierto, hace unos años bautizada como “Cabina Vin Scully”- puede oír su voz viniendo de regreso hacia él desde la multitud.

Saber eso haría sentir orgulloso a cualquiera, se podría alardear con eso en el currículum. No señor, no conocen a Vin Scully. En el artículo de Robert Creamer The transistor kid, publicado en Sports Illustrated el 4 de marzo de 1964, Scully dice:

“Voy a decirte algo, eso te mantiene parado sobre los dedos. Cuando sabes que casi todo mundo en el parque está escuchándote describir una jugada que ellos mismos están viendo, es mejor que lo hagas bien. No puedes flojear y regresar después de haber perdido una pichada. No puedes hacer que no pasa nada luego de describir mal un jugada”.
Y mister Creamer detalla una anécdota de lo que podríamos llamar “el efecto Scully”.

“En esta misma temporada (la de 1964. Nota del metiche) un incidente reveló el vínculo que Scully tiene con sus escuchas: La Liga Nacional le dijo a sus umpires que fueran mucho más estrictos con la regla del balk, que decía que cuando haya hombres en las bases un pitcher tiene que detener por un segundo completo el curso de su movimiento de lanzar antes de tirar la bola hacia el home.

”Muchos pitchers violaban la regla sin intención y los umpires marcaban tantos balks que parecían cuervos en un campo de maíz. La liga eventualmente reculó y todo volvió a la normalidad, pero antes de que esto sucediera, una de las grandes crisis de la ‘Gran Guerra del Balk’ ocurrió en Los Angeles durante un juego entre los Dodgers y los Cincinnati Reds.

” Los Reds, los Dodgers y los umpires se vieron envueltos en una acalorada, ruidosa y larga discusión sobre si un pitcher se había o no detenido un segundo completo. El argumento seguía y seguía y arriba, en la cabina, Scully se veía obligado a seguir hablando. Revisó la regla del balk, los esfuerzos de la Liga Nacional para reforzarla, el número de balks marcados a la fecha en la temporada comparados con los de años anteriores, y más.

”Finalmente, con la discusión aún en curso en el campo, Scully llegó a la obvia pero intrigante conclusión de que un segundo es una medida de tiempo sorprendentemente difícil de medir. Le preguntó a la audiencia si alguna vez había tratado de medir un segundo con precisión. Y dijo: ‘Hey, intentemos algo. Tomemos prestado el cronómetro de nuestro ingeniero’… y con miles de espectadores mirando hacia la cabina de transmisión tomó un reloj y prosiguió. …‘Apretaré el botón del cronómetro y diré: ¡Uno!, cuando ustedes crean que ha pasado un segundo completo griten: Dos. ¿Listos? ¡Uno!
”Hubo una pausa momentánea y luego 19 mil voces gritaron: ‘DOOOOOS’. Los managers, los umpires, los jugadores, los batboys, los ballboys, todos se detuvieron y miraron alrededor, atónitos.

”Scully dijo al micrófono: ‘Lo siento. Sólo uno de ustedes contó correctamente. Intentémoslo de nuevo. ¡Uno!’ Y de nuevo un gran ‘¡DOOOOOS!’ recorrió Dodger Stadium y salió hacia todo Chavez Ravine. Los jugadores miraban fijamente hacia la cabina de transmisión, uno de ellos entró al dugout, tomó el teléfono, llamó a la cabina y preguntó: ‘¿Qué diablos está pasando?’

”La multitud inmensamente complacida consigo misma esperó pacientemente a que la discusión en el campo terminara”.

Además de su vínculo con los aficionados, Scully es probablemente la figura más amada y respetada del beisbol, y lo ha conseguido siendo todo un caballero. Aquí dos muestras.
Una semana después de la publicación del artículo de Robert Creamer en Sports Illusrated, en 1964, Scully envió una carta a la revista en la que narró dos de sus anteriores experiencias con publicaciones, ambas como jugador de beisbol en la Universidad: cuando conectó su primer y único jonrón, un fotógrafo del Bronx Home News estaba presente y publicó una foto de “una figura borrosa que de ninguna manera podía ser reconocida por sus parientes, con el siguiente pie de foto: Jim Tully anota luego de jonrón”. Y cuando, luego de un juego en el que había colectado tres hits y un ponche, en la nota relativa al juego, el New York Times sólo publicó su nombre al inicio del tercer párrafo: “Después de que Scully se ponchara...”

La carta termina diciendo: “Esto es un largo preámbulo para decirles a todos ustedes que todo ha sido reivindicado. Todos los conectados con la familia Scully les agradecen a todos ustedes y al señor Robert Creamer por un artículo tan bueno como el mejor que un hombre pudiera desear”.

Durante el Spring Training del año 2010, Scully sufrió un accidente en su casa. Un mareo lo derribó en el baño y tuvo que ser hospitalizado. Unos días después, de regreso al palco de transmisión del estadio de los Dodgers en Arizona inició su narración:
“Es tiempo del beisbol de los Dodgers –quizá su única frase característica-. Muy buenas tardes a todos ustedes donde quiera que estén. Quisiera tomar unos segundos para disculparme con todos y agradecerles por la preocupación que les he causado por mi accidente”.

Lo que los gringos llamarían un total class act, en castellano se diría del tipo que es todo un caballero.


De nuevo Richard Hoffer escribe:

“Los Dodgers ganan, los Dodgers pierden, Dodgers vienen, Dodgers van, pero una verdad se mantiene constante: Vin Scully –media centuria en el palco de transmisiones- se mantiene como el estándar dorado de la narración de beisbol.

”En una ciudad establecida para la transitoriedad, que es bien conocida por celebrar el cambio, hay poco espacio para instituciones locales. ¿Quién estaría interesado en hacer algo, la misma única cosa, por medio siglo? Alguien sin ambiciones, seguramente. O sin el talento para brincar de la ciudad e irse a la conquista del país entero.

”Pero aquí está Vin Scully, a sus 80 años (ahora tiene 82. Nota del metiche), con por lo menos un año más en su contrato, sigue narrando los juegos de los Dodgers (por lo menos la mayoría), no sólo por conformismo o como una reliquia, sino como un profesional a toda prueba, siempre encontrando la letra precisa para la tonada de la noche. El hombre ha hilvanado todas estas temporadas por sí mismo y ahora cuando uno dice Dodgers, lo que realmente quiere decir es Vin Scully, ¿Quién más? ¿Gary Scheffield? Ni siquiera Sandy Koufax.

”¿Cómo se explica esta perseverancia, esta identificación? El no puede hacerlo. ‘Yo no he hecho nada’, dice, dejando clara la distinción (que muchos de sus colegas ignoran) entre los protagonistas y él mismo, ‘Yo solamente he estado aquí sentado’.
”El beisbol es como es, y tiene largos espacios de tedio entre las grandes hazañas, ese es el tiempo en el que Scully revela su genialidad. Ha sido objeto de cordiales burlas por su erudición expuesta al aire, algún verso musical de Broadway, un poco de Shakespeare, algún hecho tan aparentemente irrelevante que uno puede ver a los aficionados en Dodger Stadium –hoy con sus audífonos puestos- voltear hacia el palco de transmisiones con cara de: ¿Qué demonios es eso?”

Pero el prestigio de Scully no se queda en los confines de Los Angeles, como lo ejemplifica el cronista de ESPN, Jon Miller, en una entrevista con Alex French, publicada en diciembre de 2009 en GQ Magazine.

“Nací y crecí en San Francisco y solía escuchar los juegos de los Dodgers –esperando que siempre perdieran- y recuerdo que pensaba ‘Caramba, ese tipo Scully es malísimo, entiendo porque trabaja en ese pueblo lleno de idiotas que es Los Angeles’. Pero estando en la universidad, estudiando periodismo, un día manejé de casa de mi abuela en Oregon a San Francisco, era de noche y busqué en el radio algo que me hiciera compañía. Encontré un juego de los Dodgers y escuché la transmisión completa.

”Vinny me mantuvo entretenido y recuerdo haber pensando que ese era el mejor cronista que podía existir. En toda la historia, pasada y futura.

”Él te pone en el parque de pelota, pinta esa pintura para ti, y desarrolla una historia que tiene la forma y el tiempo perfecto para cada momento. Tiene muchísimas anécdotas de cada jugador y sus orígenes, es capaz de retratarlos como seres humanos. Tiene un impecable sentido del juego y una grandiosa facilidad con el lenguaje, la habilidad para convertir una frase en algo que lo pone en otro nivel con respecto a los demás cronistas.

”El podría ser tu profesor de literatura en la universidad. De repente Shakespeare se puede aparecer en la transmisión, puede haber un poco de Moliere por aquí, un poco de Broadway por allá. Escuchas sus transmisiones por un periodo de tiempo y te das cuenta de lo culto que es.

”Vinny tiene 82 años y cuando piensas en quién es y cuanto es amado y respetado, la cantidad de trabajo que tiene que hacer para preparar una transmisión y la cantidad de energía que derrocha durante cada partido, eso, al final, sólo habla de cuánta pasión tiene por el beisbol y por su trabajo”.

Dave Sheinin cuenta otra anécdota reveladora:

“El cronista de beisbol Bob Costas fue presentado con el músico Ray Charles y ambos se enfrascaron en una conversación de beisbol.

”‘Ray me dijo: ‘¿Sabes a quién quisiera conocer? A Vin Scully. Para mí, la imagen no me dice nada, todo es sonidos, y su transmisión es casi musical. ¿Podrías presentarme a Vin?

”Así que lo llevé a Dodger Stadium. Vin apreció mucho el interés de Ray en conocerlo, pero Ray estaba realmente emocionado de conocer a Vin. Se podría decir que fue un momento álgido de su año, estaba muy conmovido”.

Al final de la temporada 2008, Vin Scully habló al aire de lo bien que el segunda base Jeff Kent estaba bateando y atribuyó su buen ritmo a que estaba bateando delante del recién adquirido Manny Ramírez. Al enterarse Kent de lo dicho por Scully declaró : “Todos queremos mucho a Vinny, pero a veces habla demasiado”.

Error gigantesco. Cuando dices que el hombre más confiable de Los Angeles –de acuerdo al Los Angeles Times, en 1998- habla demasiado, te arriesgas a que 56 mil personas te abucheen en tu próximo turno al bat, jugando como local. Así sucedió.
¿Qué tan alegórica, descriptiva, precisa, literaria –todo esto para no decir maravillosa- es una narración de Vin Scully? Un ejemplo grande como cualquier estadio de beisbol.

Durante el noveno inning del juego del 9 de septiembre de 1965, que pasó la historia como el día que Sandy Koufax lanzó un juego perfecto, Scully, para hacer el rutinario anuncio de la cantidad de aficionados que había en el estadio, dijo: “Hay 29 mil personas en el parque de pelota y un millón de mariposas”.

Nada más que decir, todo lo ha dicho el señor Scully, y evidentemente lo ha dicho muchísimo mejor.