Les presento uno de los mejores textos que este mugriento blog haya tenido: un perfil de una de las pichadas más devastadoras que haya visto el beisbol en sus más de 100 años de historia, el screwball, y su desaparición de los repertorios de los pitchers de Grandes Ligas.
Salud pues.
El misterio del screwball que se desvanece
Bruce Schoenfeld
New York Times Magazine; Julio 10, 2014
Héctor Santiago de Los Angeles Angels estaba sentado a la
mesa de un restaurant en Glendale, Arizona, en marzo, sosteniendo una naranja
en su mano izquierda. Formó un círculo con el pulgar y el índice, luego
extendió los dedos restantes alrededor de la fruta, separados por media pulgada.
Estaba demostrando cómo lanza su screwball, que es el mejor del beisbol porque
nadie más tiene uno.
El secreto,
dijo, es no ejercer presión alguna con el meñique ni con el anular. Mientras
movía el brazo hacia adelante en una simulación en cámara lenta, apretaba la
naranja con el dedo medio hasta que la mayor parte de su mano quedó justo
debajo de la fruta, creando un giro hacia la derecha. “Como ir manejando sobre
las ruedas derechas de un carro en una curva”, dijo.
Más
temprano ese mismo día, en un juego de Spring Training, Santiago, un lanzador
zurdo de 26 años oriundo de Newark y en su cuarta temporada, le lanzó un screwball
al jardinero estelar de los Milwaukee Brewers, Carlos Gómez. Su lanzamiento
anterior, una recta de 94 millas por hora. El screwball se aproximó al plato a
76 millas por hora. La diferencia de velocidad por si sola hubiera sido difícil
de procesar para el bateador, pero el giro hacia la derecha causó además que la bola cayera y virara hacia la izquierda, alejándose del bateador derecho, en vez de acercarse, como lo hubiera hecho una curva. Gómez abanicó con
fuerza y falló. “Lo estaba esperando. Me lo lanzó. Y desapareció. Pongan a ese
tipo en hielo. Va a ganar un montón de juegos”, dijo.
El menú de
un pitcher típico incluye una recta, una curva y un cambio de velocidad como si
fueran carne y papas, quizá un slider, una recta cortada o un sinker al lado.
Pero el screwball es un platillo completamente diferente. Aquellos que lo
sirven regularmente son vistos como rarezas, custodios de un peculiar arte más
allá del reino del pitcheo convencional. Con el tiempo, la palabra misma se ha
dado a las características tanto del lanzamiento como a quien lo realiza:
errático, irracional o ilógico, inesperado. A diferencia de la bola de
nudillos, que es fácil de lanzar pero difícil de dominar por completo, el
screwball requiere una habilidad especial sólo para llevarla al plato. El
exitoso lanzador de screwballs debe superar una incómoda sensación similar a
intentar abrir un frasco de mayonesa mientras se empuja la
muñeca hacia delante a velocidad extrema. La lista de practicantes incluye a
algunos de los más grandes lanzadores de la historia: Christy Mathewson, Carl
Hubbell, Warren Spahn, Juan Marichal.
(Carl Hubbel, a quien se le atribuye la invención del screwball)
En 1974, Mike Marshall de Los Angeles Dodgers ganó el premio
Cy Young de la Liga Nacional apoyado en su screwball. Tug McGraw usó el suyo
para ganar tres Series Mundiales como relevista de los Mets y los Phillies. En
1984, el lanzador de screwballs de Detroit, Willie Hernández, fue el mejor
pitcher de la Liga Americana y Jugador Más Valioso. El último gran practicante
fue Fernando Valenzuela, de los Dodgers, quien lanzaba una larga lista de
pitcheos, ninguno tan prominente –o efectivo- como su screwball.
Hoy muy
pocos, si es que algún, jugador de ligas menores son conocidos por emplear ese
lanzamiento. A los jóvenes se les recomienda no usarlo por una vaga noción de
que arruina los brazos. “Los pitchers se rindieron con el screwball”, aseguró Don Baylor, ex jugador y ex manager, que hoy trabaja con los bateadores de los
Angels. “Los coaches ni siquiera hablan de él. No está en la ecuación”.
Muchos de
los mejores bateadores nunca han visto un screwball. Esta primavera, pasé algún
tiempo en cerca de 12 clubhouses haciendo preguntas sobre la pichada. “Tal vez
la he visto en un juego recreativo”, aseguró David Freese, tercera base de los
Angels. “Pero nunca he escuchado en una junta de bateadores que alguien diga:
‘Este tipo tiene un screwball’. Nunca ha salido en la conversación. Ni siquiera
estoy seguro de saber qué es eso”.
Como
resultado, el lanzamiento ha alcanzado proporciones míticas. “No creo que eso
sea físicamente posible”, me dijo una mañana Buster Posey, cátcher de los San
Francisco Giants y MVP en 2012. “No puedo creer que un lanzador derecho pueda
hacer que la pelota se mueva como si fuera zurdo. No lo creo”.
El locker
de Posey está en la esquina del clubhouse junto al de casi todos los pitchers,
incluido Tim Hudson. El veterano lanzador de rectas coincidió en Oakland como
Jim Mecir, un derecho que lanzó screwballs entre 1995 y 2005. “Creo que nunca
había visto uno de esos”, intervino. “Yo creía que los screwballs eran muy
buenos cambios de velocidad. Entonces Mecir lanzó uno y quebró como una curva
en reversa. Ahí fue cuando entendí”.
Madison
Bumgarner, lanzador abridor, hizo un gesto de incredulidad. Eso llevó a Jeremy
Affeldt a salir en defensa de Hudson. “Yo jugué con Danny Herrera en Cincinnati”,
dijo. Herrera fue el último jugador de Grandes Ligas, antes de Santiago, en
emplear el lanzamiento con regularidad. Affeldt recordó como Herrera entró a un
juego con las bases llenas y Ryan Howard al bate. Con dos strikes, Herrera
lanzó un screwball. “Howard se quedó como diciendo: ¿Qué diablos?”, dijo
Affeldt. “no supo qué hacer. Ponchado”. Affeldt tomó su teléfono para buscar un
video de ese lanzamiento.
Bumgarner
se mantuvo escéptico. “Si alguien fuera capaz de hacer eso, no duraría más de
tres lanzamientos”, dijo.
“Lastima el
hombro”, dijo el ganador de dos trofeos Cy Young Tim Lincecum mientras tomaba
su guante y se dirigía al campo. Bumgarner lo siguió.
“Eso no
existe”, dijo dirigiéndose a Affeldt.
“¡Yo estuve
ahí!, gritó Affeldt mientras continuaba su búsqueda. “¡Yo lo vi!”.
La
apoteosis del screwball en la historia moderna del beisbol tuvo lugar el 19 de
octubre de 1981, cuando Valenzuela, entonces un novato de 20 años, enfrentó a
los Montreal Expos en el juego decisivo de la Serie de Campeonato de la Liga
Nacional. “Mañana voy a lanzar principalmente screwballs”, le dijo Valenzuela
al coach Manny Mota durante la cena. “Sólo mira”.
Aunque no
existen récords que lo confirmen, ese día Valenzuela probablemente lanzó más
screwballs que los que se han visto en la mayoría de los parques de Grandes
Ligas en la última década. Permitió tres hits en ocho entradas y dos tercios, venció
a los Expos 2-1 y llevó a los Dodgers a la Serie Mundial, que le ganaron a los
Yankees. “Estaba funcionando, así que lo tiré una y otra y otra vez”, me dijo
Valenzuela. “Fue uno de mis mejores juegos”.
Valenzuela
aprendió el lanzamiento dos años antes de Bobby Castillo, un relevista en la
parte final de una carrera sin mucho éxito. “Me tomó un tiempo”, dijo
Valenzuela. “Pero terminó siendo mi mejor pichada”. Esa temporada ganó sus
primeras ocho decisiones y se convirtió en el primer novato en ganar el premio
Cy Young. El éxito de Valenzuela durante la mayor parte de los años 80 ayudó a
mantener al screwball en el mapa. Siguió la temporada de MVP de Willie
Hernández. Así como el juego perfecto de Tom Browning, quien ocasionalmente
usaba el screwball, en 1988. Uno puede ubicar el lanzamiento en los principios
del siglo XXI, pero con el tiempo se desvaneció. A cuatro meses de la temporada
2014 es seguro afirmar que Santiago es el único pitcher que ha lanzado un
screwball este año. “No puedo recordar la última vez que vi uno”, dijo Tim
McCarver, ex cátcher de Grandes Ligas y comentarista de larga trayectoria.
El declive
del screwball puede ser atribuido a la emergencia de otros lanzamientos de baja
velocidad: el cambio en círculo, la recta cortada y el lanzamiento de tenedor.
(Aunque ninguno de estos es un reemplazo efectivo del screwball, que le permite
al pitcher lanzar una pelota que quiebra alejándose del bateador de perfil
distinto). Una explicación completa es mucho más complicada, sino es que
ilógica.
Los finales de los años 60 y principios de los 70, cuando la mitad de
los equipos tenían un lanzador de screwballs en sus staffs, fue una era de
toques de pelota, de jugadas de hit and run, de curvas lentas que intentaban
generar rolas al cuadro. La mayoría de los juegos terminaban con marcadores
como 4-3 o 3-2- Hoy, en costraste, los lineups de Grandes Ligas están cargados
de jugadores que pueden batear jonrones, y la mayoría de los pitchers intentan
anular esa posibilidad con ponches. En esta batalla de artillería pesada, no
hay espacio para la caballería. “Poder se ha convertido en el nombre del
juego”, dijo Alan Dunn, coach de picheo en la Universidad Estatal de Louisiana,
que el año pasado envió a cuatro pitchers al draft de jugadores amateurs.
“Ahora se busca a tipos que puedan lanzar a 96 o 97 millas por hora y que
avancen hacia Grandes Ligas en base a su poder”.
Un screwball puede hacer que un bateador se
vea ridículo, pero no es un lanzamiento especial para ponchar. Con su
impredecible quiebre, suele provocar rolas al cuadro. “Obtienes un montón de
outs fáciles y feos”, dije Mark Gubicza, quien pasó 13 años lanzando sliders
para los Royals. “La pelota empieza justo ahí, tú piensas que la tienes, pero
luego se desvía y sólo puedes alcanzarla sin hacer buen contacto. No es poderosa,
pero es efectiva”.
En una
cultura del poder, el potencial del screwball ha sido olvidado. Los pitchers
que ponchan muchos bateadores consiguen ofertas de becas universitarias y
llegan a la pelota profesional. Es sólo cuando un pitcher falla en convertirse
en el nuevo Nolan Ryan que empieza a buscar otros caminos para mantener su
lugar en el roster. Tal vez intenten lanzar con el brazo extendido, añadir una
recta cortada, incluso una bola de nudillos, a su repertorio. Si existe un área
de oportunidad para el screwball en el juego de hoy, es justamente en el
intersticio entre el éxito y el fracaso. “Necesitas encontrar a alguien en
ligas menores que tenga todos los intangibles, que sea un buen muchacho, al que
le falte sólo un poco de talento para llegar a Grandes Ligas”, dijo Rick Waits,
coach de pitcheo de los Mariners. “Llegas con él y le dices: Necesitas un
lanzamiento más. Un arma diferente, y ésta es”.
“Eso me
describe perfectamente”, dice Héctor Santiago, refiriéndose a la explicación de Waits.
De acuerdo
a Joe Moeller, buscador de talentos de los Miami Marlins, sin el screwball
Santiago es “un pitcher de Grandes Ligas por debajo del promedio”. Me senté con
Moeller y otros scouts en marzo, para ver lanzar a Santiago. Moeller parecía
sorprendido de que alguien con una buena recta, algo de comando y muy poco más
fuera a iniciar la temporada en la rotación de abridores de un equipo
contendiente.
Entonces
vio a Santiago lanzar una pichada que quebró con tal violencia que el bateador,
Logan Schafer, le preguntó al cátcher, Hank Conger, qué tipo de lanzamiento era
ese. Moeller, quedó igualmente sorprendido. Nunca había visto el screwball de
Santiago antes y casi brincó de su asiento. “Si puede lanzar eso, que es
definitivamente lo que llamamos ‘lanzamiento plus’, si puede ponerlo en su mezcla de picheos, es
un lanzador convincente”.
La carrera
de Santiago languidecía cuando empezó a lanzar el screwball. Después del Junior
College en Florida, firmó para los Chicago White Sox. En enero de 2009, jugando
pelota de invierno en Puerto Rico, conoció a Ángel Miranda, quien pasó cuatro
años con los Brewers (de 1993 a 1997) y que continuaba pichando más de una
década después en diferentes ligas, haciendo outs a bateadores profesionales.
Cuando Santiago le preguntó cómo lo hacía, Miranda le enseñó el screwball.
Santiago
pasó las temporadas de 2009 y 2010 afinando su screwball, pero nunca lo usó en
un partido. En 2011, fue asignado a una tercer temporada en la Liga de
California, Clase A. “Yo pensaba: soy bueno, pero no estoy yendo a ningún lado.
Tenía buenos números, nadie me apaleaba. Pero necesitaba algo que ayudara a
salir de ese hoyo”, dijo.
El
screwball tiene fama de ayudar a pitchers a hacer justo eso. Cuando Carl Hubbel
fue dejado en libertad por los Tigers en 1928, fue a un equipo de ligas menores
en Beaumont, Texas, perfeccionó su screwball y luego de eso ganó 253 juegos
para los Giants. Warren Spahn empezó a usar ese lanzamiento en 1956, cuando
tenía 34 años, con una carrera que parecía llegar a su fin. Luego de eso tuvo
seis temporadas con 20 juegos ganados para los Braves. Después de tener récord
de 4 ganados y 19 perdidos entre 1965 y 1967, Tug McGraw se reinventó a sí mismo como un lanzador de screwball y pitcheó hasta 1984. “El screwball ha
salvado a un montón de pitchers”, aseguró Ron Swoboda, ex compañero de equipo
de McGraw. “Cuando Tug lo encontró, encontró oro”.
La curva de
Santiago es tan drástica como las anteriores. A dos meses de iniciada la
temporada de 2011, pasó de Clase A a Clase AA a la Ligas Mayores. Sólo podía
lanzar cinco o seis screwballs por juego, pero una vez que los bateadores
esperaban esa pichada, sus otros lanzamientos se volvieron más efectivos.
“Tenía a los bateadores derechos adivinando. O abanicaban mucho antes o
simplemente miraban el lanzamiento. Nunca habían visto algo como eso”. En 2012,
Santiago tuvo un récord de 4 ganados 1 perdido, con 3.33 de carreras limpias
admitidas para los White Sox. La temporada pasada se convirtió en pitcher
abridor. Batalló con el control y sólo ganó cuatro de sus 13 decisiones, pero
tuvo un más que resptable 3.56 de carreras limpias admitidas.
Santiago
tuvo la fortuna de que sus coaches lo dejaran lanzar su screwball, dada la
reputación del lanzamiento de destruir brazos. Los pitchers representan una
inversión considerable –desde 500 mil a 215 millones de dólares en salarios
garantizados, además de los costos de entrenamiento y asesoría- las lesiones
siempre son una preocupación. Los lanzadores regularmente son tratados con
delicadeza, como si fueran caballos pura sangre, especialmente en la actual
epidemia de lesiones de brazo y hombro.
“La
creencia popular es que el screwball es duro con los brazos, pero no hay
documentación que respalde esa creencia. Quizá esa es la razón por la que no se
usa, pero yo creo que ninguna pichada es más peligrosa que otra si se ejecutan
con la mecánica apropiada. Si el pitcher tiene una mala mecánica de lanzar
cualquier lanzamiento es peligroso”, aseguró Don Cooper, coach de pitcheo de
Chicago.
Entre la
gente de beisbol, la opinión de Cooper es minoritaria. Las historias
espeluznantes sobre el screwball son comunes. “Cuando íbamos en el camión y
veíamos a un tipo con el brazo doblado al revés, decíamos: Sí, un viejo
lanzador de screwballs”, recuerda Tim McCarver.
Jerry
Dipoto, gerente general de los Angels, me dijo que Carl Hubbel solía visitar a
los Giants en los campos de entrenamiento después de su retiro. “La leyenda
dice que mientras caminaba su brazo se doblaba hacia atrás. No podía regresarlo
a su posición natural por todos los años que pasó tirando screwballs”.
El cómo es
que el screwball causa lesiones está abierto a debate. “Es demasiado duro para
el hombro”, insistió el manager de Arizona, Kirk Gibson. “El codo”, dijo el ex
manager de los Dodgers, Tom Lasorda. Incluso Santiago reconoce la posibilidad:
“Me dijeron que es malo para la muñeca”. Él sigue lanzando la pichada porque,
asegura. “uno no escucha mucho acerca de pitchers lesionados de las muñecas”.
Sin
importar que haya habido pitchers que usando el screwball siguieron lanzando
con 30 y 40 años, o que Valenzuela, que actualmente tiene 53, sostenga que
puede lanzarlo hoy; cuando hablé con jugadores y coaches acerca del screwball,
la idea de alguna lesión nunca estuvo lejos de la discusión.
Sin
embargo, Dipoto cambió a su primera base titular, Mark Trumbo, por Santiago en
2013. Ayudó que Mike Scioscia, el manager de los Angels, fuera el cátcher por
mucho del tiempo que Valenzuela lanzó para los Dodgers. Scioscia vio a
Valenzuela hacer 255 salidas consecutivas sin perder un solo turno y lanzar 20
juegos completos en una temporada.
Santiago
estaba emocionado con que se nuevo manager tuviera esa conexión con Valenzuela,
el santo patrono de los screwballers. En 2011, después de que empezara a lanzar
la pichada en juegos de exhibición, Santiago estaba entrenando con otros
prospectos en las instalaciones de ligas menores de los Angels, en Arizona,
cuando reconoció a alguien que lo miraba
a la distancia desde un carrito de golf. “Era Fernando, había escuchado que
alguien estaba lanzando screwballs y vino a ver. No lo podía creer”. Un coach
llamó aparte a Santiago. La plática no pudo terminar más rápido. Él quería
lanzar su screwball para Valenzuela, platicar sobre la técnica; quería
deleitarse con el lazo espiritual que los unía, su pertenencia a la misma
extraña orden monástica.
Pero como
muchos íconos religiosos, Valenzuela probó tener poderes para desaparecer.
“Para cuando regresé, se había ido”.
(Fernando Valenzuela y el inconfundible follow up del screwball
-nótese la rotación anti natural del braze y el codo-)
Después de visitar ortopedistas, me convencí de que no
existían investigaciones que pudieran terminar la discusión sobre si el
screwball daña el brazo. Pero el doctor Paul Sethi, un ortopedista de
Connecticut, estaba dispuesto a generar más datos. Sethi es un discípulo de
Frank Jobe, el hombre que hizo un injerto colateral-cubital en el codo de Tommy
John en 1974 y con ello creó la conexión beisbol-medicina más famosa desde el
Mal de Lou Gehrig. Conocí a Sethi en el Centro de Análisis del Movimiento, en
Farmington, Connecticut, un salón de cien pies de largo iluminado como si fuera
una sala de teatro. Una docena de cámaras montadas en las paredes. Matt
Bartolomei, pitcher de 26 años con los brazos tatuados, estaba parado en un
montículo de lanzar portátil mientras los técnicos pegaban sensores de
movimiento en su cuerpo.
En los
últimos 12 años, un equipo liderado por el cirujano Carl Nissen ha realizado
investigaciones sobre el estrés inherente al pitcheo. En algún momento, Major
League Baseball le dio recursos al centro para que investigara por qué tantos
pitchers se estaba lesionando. Como los
resultados contravenían la sabiduría popular –que ciertas pichadas son más
dañinas que otras, por ejemplo- Nissen cree que MLB ya no quiso apoyar nuevos
estudios del centro. “Somos cazadores de mitos. Creencias que han pasado por
generaciones y que no tienen sustento científico. No es la curva lo que daña el
codo, como todo mundo dice. Es la recta lanzada una y otra y otra vez. Simple
Física”.
Yo también
creía que tenía un mito listo para ser cazado. Pero es difícil encontrar un
lanzador de screwballs que pueda viajar a Farmington para realizar los
estudios. Quería que Santiago lo hiciera, pero los Angels no tenía juegos en
una ciudad cercana esos días. Además, Santiago había empezado mal la temporada,
el screwball funcionaba bien, pero tenía problemas con todo lo demás: su
mecánica, la colocación de sus pichadas, su hiper intensidad. Perdió sus
primeras seis decisiones de la temporada y Scioscia lo envió al bullpen. Supuse
que no estaría en humor para participar en un experimento científico.
Traté con
varios ex pitchers que alguna vez usaron el screwball, algunos durante los años
80, pero ninguno le dedicaría un día a desacreditar un mito. Finalmente
encontré a Bartolomei, que había lanzado screwballs en la universidad –y fue
uno de los últimos pitchers en hacerlo, antes de que la actual generación
ignorara por completo el lanzamiento-.
Matthew
Solomito, un ingeniero biomédico, que junto con Nissen lidera el equipo de
investigación le pidió a Bartolomei que lanzara su screwball para grabarlo con
las cámaras. Más tarde, en la grabación en cámara lenta, la bola parecía un
avión controlado a distancia que súbitamente cambiaba su plan de vuelo. “¡Está
quebrando hacia fuera!”, gritaba Sethi. “¡Miren eso!”
Nissen narraba la pichada de
principio a fin. “Ahora la bola casi deja su mano, sus dedos están directamente
atrás de la bola, definitivamente ha cambiado su manera de sostener la pelota”.
En ese punto, los datos indicaban que, el punto máximo de estrés para el brazo
y el hombro ya habían pasado. “Para el momento en el que un screwball se
convierte en un screwball”, concluyó, “una lesión ya ha sucedido o no. El
screwball no tiene nada que ver con ello”.
La fuerza ejercida por el codo de Bartolomei mientras lanzaba
un screwball fue casi idéntica a la que se usa para lanzar una recta, y menor a
la que se emplea para la curva. El estrés para el hombro es similar. “De hecho,
el screwball no excede a la recta en ningún parámetro”, aseguró Sethi. Aunque
advirtió que los resultados no son definitivos, porque sólo se trata de datos de
un pitcher, "pero al comparar los datos obtenidos con las bases de datos
estándar, me da escalofríos”, dijo.
Si él y
Nissen pueden confirmar sus conclusiones, Sethi cree que se puede rescatar el
screwball de su casi extinción. Mientras fue asistente de Jobe en Los Angeles,
él trabajó con los pitchers de los Dodgers y le gusta la idea de contribuir a
su causa. Yo no estoy tan seguro de que un doctor pueda revivir el screwball. Para
que un lanzamiento sea usado con regularidad por pitchers de Grandes Ligas, o
incluso por pitchers de Pequeñas Ligas, se necesita una mejor estrategia de
venta que la mera seguridad de que no causa lesiones.
“Si llego
al Juego de Estrellas este año, un montón de gente empezará a lanzar
screwballs”, me dijo Santiago. Pero eso no sucedió. El 21 de mayo, fue enviado
al equipo de ligas menores de Salt Lake City. Regresó poco después, pero perdió
su primera apertura para ser el peor récord del beisbol, 0 ganados, 7
perdidos. Dejó de lanzar screwballs de
manera temporal. “Trabajo en mi mecánica”, me dijo en un mensaje de texto. A principios de julio, los Angels estaban en
primer lugar del standing del wild card. A pesar de algunas muy buenas
actuaciones y de que su promedio de carreras limpias admitidas bajó de 4
carreras por juego, Santiago ha podido contribuir muy poco.
Aun me
parece que el screwball ha sido abandonado sin una causa real. En una era en la
que los atletas castigan sus cuerpos, de manera legal e ilegal, para ganar
alguna ventaja competitiva, hay un arma aparentemente segura y permitida a
plena vista. “Las Grandes Ligas en un pequeño y gracioso club”, aseguró Bob
Sorrentino, un gurú de pitchers que trabajó como coach personal de Craig
Breslow, de los Red Sox, entre otros pitchers. “Hay gente que no quiere hacer
cosas, sin importar cuando sentido tengan”.
Mi hijo de 13 años, Teddy, lanza en
un equipo que juega 60 partidos por temporada. Lanza una curva que sostiene
como una pelota de futbol americano y una curva nudillera que su coach quiere
que todos sus pitchers aprendan a lanzar. Lo hemos mantenido alejado de las
verdaderas curvas rompientes por miedo a una lesión. Pero de acuerdo con
Nissen, lo que necesita ser monitoreado en el número de pichadas, no su tipo.
Entonces,
una noche, hace unos días, tomé una naranja del refrigerador y toqué la puerta
del cuarto de Teddy. “Déjame enseñarte algo”, empecé a decirle.
1 comentario:
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