viernes, 4 de junio de 2010

Nadie es perfecto...pero se puede ser un caballero

Juan Carlos Plata


El 2 de junio pasado, un error del umpire Jim Joyce impidió que el pitcher venezolano de los Detroit Tigers Armando Galarraga entrara a los libros de historia del beisbol como el lanzador del juego perfecto número 21 en los casi 130 años de beisbol organizado en Estados Unidos.

Galarraga había dominado a 26 bateadores de los Cleveland Indians, uno más y se convertiría en el tercer pitcher en tirar un juego perfecto en un mes (suena como si uno de esos se comprara en cualquier farmacia).

Jason Donald se paró en la caja de bateo de frente a la historia y sacó una rola entre primera y segunda que fildeó Miguel Cabrera y tiró al guante de Galarraga que pisó la primera base justo antes que Donald. Decisión cerrada. Galarraga, Cabrera, todos los Detroit Tigers y más de 14 mil aficionados en el Comerica Park listos para el festejo.

Esperen un momento. Jim Joyce marcó safe al corredor.

Caras de incredulidad y un abucheo ensordecedor. No había más juego perfecto.

Matt Dary, locutor de una estación de radio especializada en deportes de Detroit, que asistió al juego como espectador, cuenta: “La gente estaba más allá del enojo, estaban furiosos. Fue como si los Tigers hubieran perdido. La gente se quedó ahí parada 20 o 25 minutos después del juego, en shock. Paralizados”.

Inmediatamente las televisoras repitieron la jugada una docena de veces en slow motion, con la imagen congelada, desde todos los ángulos posibles (todas ellas opciones que no tuvo Joyce a la hora de decidir y marcar) y evidenciaron el error.

Un bateador después, Galarraga terminó el juego con una blanqueada de un solo hit e, irónicamente, él, Joyce, el manager de los Tigers Jim Leyland y la gente de Detroit se encaminaron juntos hacia un logro mucho mayor que un juego perfecto: la dignidad, la civilidad, la caballerosidad, la clase.

Inmediatamente después del juego, Jim Joyce declaró a reporteros de Detroit: “Le acabo de costar un juego perfecto a ese muchacho. Pensé que el corredor había vencido al tiro, estaba convencido de ello…hasta que vi la repetición. Ha sido la decisión más grande de mi carrera”.

No conforme con reconocer su error, Joyce habló con el gerente general de los Tigers y le pidió encontrarse con Galarraga en privado.

El pitcher dijo a la prensa minutos después que Joyce le dijo: “Lo siento, en serio, lo siento mucho. No sé qué más puedo decirte”. Galarraga aseguró que “él se sentía peor que yo. No es común ver a un umpire salir después de un juego y decir ‘Hey, déjame decirte que lo siento’. Sonrió y agregó: “Nadie es perfecto”.

Justo después del último out, Leyland y varios de sus jugadores encararon a Joyce y le dejaron saber cómo se sentían.

“El nivel de las emociones era muy alto, varios muchachos estaban muy molestos. Desearía que hubiera sido así, pero así fue. Pero creo que es entendible dadas las circunstancias”, dijo Leyland.

De nuevo Joyce fue un caballero: “No los culpo por nada de lo que me dijeron. Yo me lo hubiera dicho a mi mismo si fuera Galarraga. Yo hubiera sido el primero en reclamarme, pero él no me dijo ni una sola palabra”.

George Vecsey en su artículo Worst Call Ever? Sure. Kill the Umpires? Never, publicado en el New York Times al día siguiente, sostiene:

“Digamos que Jim Joyce cometió el mayor error arbitral en la historia del beisbol. A Armando Galarraga le fue arrebatado un juego perfecto, pero le fue arrebatado de manera honesta, dentro de las reglas.

”De cualquier manera, debería contar, porque los umpires imperfectos son parte de este deporte tanto como los jardineros imperfectos que dejan caer un elevado, o los corredores imperfectos que olvidan pisar una base.

”Esta puede ser la peor decisión desde 1850, pero se sustenta en la regla 9.02 (a) del reglamento, que dice que los equipos no están facultados para cuestionar una decisión de los umpires. Mike Port, vicepresidente de arbitraje de las Ligas Mayores, hizo notar que la regla 9.02 (c) dice que ‘Ningún umpire deberá criticar, buscar revertir o interferir con las decisiones de otro umpire a menos que le sea solicitado por el umpire que tomó esa decisión.

”Lo que todos debemos apreciar de esta situación, es que el umpire tuvo el coraje de disculparse y que el pitcher tuvo la cortesía de aceptar la decisión tomada y la disculpa”.

El artículo de Jesse Sánchez, Joyce's legacy now includes imperfect call publicado en MLB.com, Jim Leylan da un punto de vista interesante:

“‘Esa es la naturaleza de nuestro negocio, simplemente así es. Los jugadores son humanos, los umpires son humanos, los periodistas son humanos’, dijo el manager de los Tigers. ‘Todos cometemos errores. Es una verdadera lástima. Jimmy es realmente un buen umpire, ha estado en la liga por mucho tiempo’”.

Los medios y el sobreanálisis


Para nadie es un secreto que el beisbol es, probablemente, el deporte más estudioso de sí mismo (el contar con estadísticas medianamente precisas de juegos disputados en el siglo XIX es una prueba fehaciente de ello).

Pero con tanta tecnología rodeando el juego en estos días, lo cual de primera intención supondría un beneficio, no sólo se contabiliza todo, sino que se sobreanaliza y los medios electrónicos, fieles a su tradición de manipuladores, se interesan más en la controversia que en el desarrollo del juego.

La utilización indiscriminada de la cámara lenta y la congelación de imágenes (que se nos venden como herramientas para mejorar el análisis) no puede verse con candidez. Tiene una intención ligada a los intereses de quien aprieta el botón de pausa. Esas herramientas sacan de contexto las jugadas, las decisiones de los umpires y los errores de todos los involucrados en el juego. Si se ha de juzgar como correcta o incorrecta una decisión, ¿no es lo justo hacerlo a la misma velocidad a la que el umpire tiene que decidir?

En el caso particular es notable la intención de exhibir y magnificar el error de Joyce. La cadena que transmite los juegos de los Tigers, al repetir la jugada controversial congeló la imagen (en cada repetición) antes de que Galarraga pisara la almohadilla.

La imagen congelada da la impresión (o quiere darla) de que el corredor está casi dos pasos alejado de la base cuando el pitcher completó el out. No fue así.

Al continuar la secuencia se aprecia que cuando Galarraga efectivamente pisa la almohadilla el corredor está a centímetros de hacer lo propio, con lo que se evidencia que la decisión del umpire, si bien incorrecta, no era sencilla.

¿Cuál es la intención de la congelación anticipada de la jugada? Magnificar el error ante los ojos de la audiencia y así, generar la siempre comercializable controversia.

El teórico italiano experto en medios de comunicación Giovanni Sartori, llama a eso, la contradicción de la televisión: ocultar mostrando.

Más que un perfecto


Al día siguiente, Jim Leyland, como un reconocimiento por el juego lanzado el día anterior, encargó a Galarraga entregar el line up al umpire principal, labor que para ese juego, le correspondía a Joyce.

La transmisión de televisión mostró la entrada de los umpires al terreno de juego. Joyce y su equipo salen del túnel e inmediatamente los más de 11 mil aficionados en Comerica Park se levantan y aplauden. Obviamente no aplauden el error, aplauden la grandeza de reconocer la equivocación y comportarse como un hombre al dar la cara al día siguiente.

Joyce rompió en llanto apenas al pisar el pasto. Más tarde diría:

“Estaba preparado para un abucheo que no me permitiera escuchar mis pensamientos. Lo hubiera entendido. Estaba preparado para ello, no para que la gente me diera esa gran lección de grandeza”.
Caminó hacia el home plate y con lágrimas en los ojos esperó a que Galarraga llevara el line up del equipo local. Lo recibió con un apretón de manos. Ahí estaban dos hombres, dos caballeros, comportándose como tales con 11 mil espectadores bañándolos con un aplauso.

Mientras revisaba las tarjetas, Joyce tuvo que limpiarse las lágrimas de los ojos. No era una imagen cursi y lacrimosa, era realmente conmovedor.

A cerca del asunto, Peter Gammons escribió en su columna de MLB.com:

“La lección más importante que hemos aprendido de lo que sucedió en Detroit es que Joyce, Galarraga y Leyland nunca perdieron la dignidad. Ellos trataron con respeto al juego y se trataron con respeto unos a otros.

”En tiempos en los que estamos rodeados de extremistas, diferencias de opinión que toman siempre el camino más bajo y voces que sienten la necesidad de gritar obscenidades, Joyce, Galarraga y Leyland demostraron el mejor de los instintos. Al final, le recordaron a jóvenes y viejos las palabras de John Grisham: ‘No hay nada malo con la civilidad’”.

No nos confundamos, esto no se trata de perfección (de un juego perfecto o de individuos perfectos). Se trata de tener vergüenza profesional, de tener honor (como bien decía Morgan Ensberg en su artículo).

Lo que estos hombres nos recordaron es que este es un juego de caballeros, que se equivocan sí, pero que nunca dejan de serlo.

Nunca había venido tan a cuento el slogan de Beisbol En Palabras: “Ahí donde la vida falla, se vuelve predecible, es injusta o se le acaba la imaginación, está el beisbol para devolvernos la fe en lo imposible”.

1 comentario:

oNoFR3 dijo...

Me quito el sombrero. Me callo la boca. Esto es beisbol.