domingo, 5 de diciembre de 2010

El regreso más grandioso en la historia del beisbol (parte III y última)

Juan Carlos Plata

20 de octubre de 2004
Juego 7: Shock the World
Ya de madrugada pero todavía en el locker room de Yankee Stadium, Kevin Millar dijo a un grupo de reporteros:

“Tenemos una oportunidad legítima de sorprender a los Estados Unidos de América. ¿Cuánta gente puede decir honestamente que tiene ese chance? Si ganamos mañana sorprenderemos a los Estados Unidos”.

Un reportero le pregunta: ¿Y qué hay del mundo?

“Mmmm, ahí lo tienes. El mundo. Si hay alguien viendo el juego en Japón, lo sorprenderemos también”.

La portada del New York Post –el tabloide sensacionalista de la ciudad- muestra a toda plana una foto en blanco y negro de Babe Ruth con uniforme de los Yankees y la frase Put me in (que podría traducirse como: Métanme a jugar) en grandes caracteres. Como nunca antes, Nueva York creía que era cierta la Maldición del Bambino.

Del otro lado, en un noticiero matutino local de Boston el conductor aventura: “Tal vez esta sea la manera en la que la Maldición del Bambino debe terminar, el exorcismo final, regresar de estar atrás 3 juegos a cero y hacer lo que ningún equipo ha podido hacer en la historia del beisbol”.

Entrevistado durante el programa previo al juego, el director de cine Spike Lee es cuestionado sobre si la expectación y electricidad en el ambiente que se vive en Yankee Stadium y en la ciudad de Nueva York puede ser recreada en una película. Lee –que viste gorra y chamarra de los Yankess- contesta: “No, es por eso que las películas son falsas. La majestuosidad del deporte es que no hay libreto. No te voy a engañar, no voy a fingir, estoy muy nervioso”.

Por su parte, el amo del misterio y las historias de terror, Stephen King –él con gorra y chamarra de los Red Sox- declara antes de entrar al estadio: “Por supuesto que estoy emocionado. Estoy nervioso, estoy esperanzado”.

Mientras reparte autógrafos antes del inicio del juego, Johnny Damon es cuestionado por un niño: “¿Crees que puedan vencer a los Yankees?” Damon contesta: “Es mejor que lo hagamos, porque si no estaremos en grandes problemas”. El niño revira: “En tus sueños, Johnny Damon”.

Como gesto de cortesía, la gerencia de los Yankees ofreció a la comitiva de los Red Sox (los dueños John Henrry y Larry Lucchino y el gerente general, Theo Epstein) un palco especial para ver el juego –éstos habían visto los tres juegos anteriores en Yankee Stadium en el grand stand muy cerca al dugout de su equipo-. La suite ofrecida por los Yankees llevaba por nombre Babe Ruth. Como nunca antes, los Yankees creían que era cierta la Maldición del Bambino.

Henrry, Lucchino y Epstein, por supuesto, rechazaron la oferta. Como nunca antes, los Red Sox creían que era cierta la Maldición del Bambino.

A las 8:30 de la fría (12 grados centígrados), nublada y húmeda noche del 20 octubre de 2004, el juego 7 dio inicio.

Johnny Damon abrió con sencillo ante los lanzamientos de Kevin Brown, se robó la segunda base y trató de anotar en sencillo de Manny Ramírez, pero fue puesto fuera en home. Esperanza y frustración, gloria y vergüenza, historia y olvido, todo al alcance la mano.

Con Ramírez en la inicial, David Ortiz volvió a iluminar el camino conectando su tercer jonrón e impulsando sus carreras 10 y 11 de la serie y puso arriba a Boston, 2 carreras a cero.

Terry Francona había anunciado al nudillero Tim Wakefield para abrir el juego, pero de última hora decidió que sería Derek Lowe su hombre en la loma. Lowe había hecho público su descontento por no ser considerado para abrir juegos durante la postemporada. Francona dijo antes del juego: “No me importa si él está enojado conmigo y por estar enojado conmigo lanza un gran juego hoy”.

Lowe retiró en fila la primera entrada y en menos de cinco minutos los Red Sox estaban bateando de nuevo.

Con un out en la segunda entrada, Millar pegó sencillo al central, Mueller y Cabrera recibieron pasaporte. Joe Torre decidió que había visto suficiente de Brown y llamó a Javier Vázquez a la loma. Damon conectó el primer lanzamiento de Vázquez y lo depositó por encima de la marca de los 314 pies de jardín derecho. Con apenas cuatro outs en los libros, los Red Sox ganaban 6 a 0.

En la tercera entrada los Yankees ensayaron un regreso: con un out, Miguel Cairo fue golpeado por Lowe, se robó la segunda base y anotó en sencillo de Derek Jeter.

Boston de inmediato borró el esfuerzo Yankee: Cabrera abrió la cuarta entrada con pasaporte y Damon volvió a conectar el primer lanzamiento de Vázquez, esta vez contra el poste de jonrón de jardín derecho. 8-1 a favor de Boston y los Yankees parecían destruidos.

El improbable abridor, Dereck Lowe lanzó seis entradas, permitió una carrera, un hit, dio una base por bola, golpeó a un bateador y ponchó a 3 Yankees.

Who’s your daddy?
Luego de ser derrotado por los Yankees el 27 de septiembre, en un juego de temporada regular, Pedro Martínez, el as de la rotación de abridores de Boston, dijo en la conferencia de prensa: “Deseo que desaparezcan y nunca regresen. Preferiría enfrentar a cualquier otro equipo en estos momentos. ¿Qué más puedo decir? Sólo quitarme la gorra y llamar a los Yankees mis papás”.

Durante el juego 2 –que Martínez abrió por Boston en Yankee Stadium- los más de 56 mil fanáticos de Nueva York festejaron cada uno de los 4 hits, cada una de las 4 bases por bolas, cada una de las 3 carreras que Martínez permitió con un coro monumental: Who’s your daddy? Who’s your daddy?

Regreso al juego 7
La desolación había cambiado de bando. Hasta hacía cuatro días, los ojos a punto de las lágrimas, los rostros adustos, las miradas al suelo estaban asociadas a personas vestidas de rojo y con las letras B-o-s-t-o-n o R-e-d-S-o-x en el pecho. Hoy eran de personas vestidas con chamarras azules y 27 parches de campeonatos en las mangas.

Pero tan pronto vieron a Pedro Martínez salir del bullpen para lanzar el séptimo inning –decisión que sorprendió incluso al propio lanzandor-, más de 50 mil neoyorkinos volvieron a la vida.


Con el impresionante coro de Who’s your daddy? como música de fondo, Hideki Matsui pegó un doble al jardín derecho y anotó en doble de Bernie Williams al central. Posada avanzó a Williams en rola a la primera y Kenny Lofton lo trajo a la goma con sencillo.

Martínez se rehízo y pochó a Olerud y obligó a Cairo a elevar al jardín derecho para terminar la amenaza local.

Mark Bellhorn regresó a los fanáticos de Nueva York al silencio con un jonrón solitario abriendo la octava entrada y Orlando Cabrera impulsó la carrera número 10 para Boston en la novena con un elevado de sacrificio que trajo a Trot Nixon a la goma y coronó el devastador ataque.

El actor, comediante y fanático de los Red Sox Lenny Clarke recuerda ese momento: “Veía la mirada perdida de los fanáticos de los Yankees y decía: eso me parece familiar, esos somos nosotros, ¿qué vamos a hacer nosotros ahora? De pronto llegué a la conclusión de las cosas habían cambiado, que nos lo merecíamos. Recuerdo haber dicho: ‘Denme esto y nunca más vuelvo a pedir nada del mundo de los deportes, pero necesito que me den esto y empecé a la cuenta regresiva de outs’”.

Los Yankees venían a batear en la novena entrada con Mike Timlin en el montículo por Boston. Matsui abrió la entrada con sencillo al jardín derecho pero fue forzado en segunda en rola de Williams (faltaban dos), Posada elevó al short (faltaba uno). Williams avanzó a segunda en indiferencia defensiva y Lofton recibió pasaporte. Francona llamó a Alan Embree para sacar el último out, el boleto hacia los libros de historia y hacia la redención de todos los Red Sox derrotados en 86 años. Rubén Sierra bateaba de emergente por John Olerud.

En cuenta de una bola sin strike, Sierra conectó una rola directo a la colocación del segunda base, Pokey Reese, quien la levantó con facilidad y dobló a primera base donde Doug Mientkiewicz tomó la pelota y, justo a la media noche del 20 de octubre de 2004, se concretó la que quizá sea la historia más épica jamás contada en el beisbol y discutiblemente el acontecimiento deportivo más importante de la década en el mundo.

Epílogo: “¿Lo pueden creer?”
Siete días después, el 27 de octubre de 2004 –la noche del último eclipse total de luna del siglo- con una luna teñida de rojo asomándose por entre el nublado cielo de Saint Louis, los Boston Red Sox ganaron su primera Serie Mundial desde 1918 y enterraron para siempre la Maldición del Bambino.

*Las citas cuya fuente no está especificada en el texto, pertenecen a los documentales: 2004 World Series Film, de MLB Productions; Faith rewarded, de NESN y Four days in october, de ESPN.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No solo es el regreso más grandioso en la historia del beisbol, es la mejor historia jamás contada del beisbol y del deporte en general, yo no he vivido nada parecido en ningun otro deporte, fué simplemente mágico.